dijous, 31 de maig del 2012

• Félix María Samaniego Nació y murió en Laguardia. Su familia tuvo suficientes recursos para poder dedicarse al estudio del arte en Valladolid. Más tarde estudió en Francia (lugar de origen del Neoclasicismo). Escribió 157 fabulas en 9 libros en las que ridiculizaba los defectos de los humanos, y aunque están en verso, tienen un carácter prosaico por su finalidad didáctica. Una de sus obras más famosas es La Cigarra y la Hormiga: La Cigarra y la Hormiga Cantando la Cigarra pasó el verano entero, sin hacer provisiones allá para el invierno; los fríos la obligaron a guardar el silencio y a acogerse al abrigo de su estrecho aposento. Vio se desproveída del preciso sustento: sin mosca, sin gusano, sin trigo y sin centeno. Habitaba la hormiga allí tabique en medio, y con mil expresiones de atención y respeto le dijo: "Doña hormiga, pues que en vuestro granero sobran las provisiones para vuestro alimento, prestad alguna cosa con que viva este invierno esta triste Cigarra, que, alegre en otro tiempo, nunca conoció el daño, nunca supo temerlo. No dudéis en prestarme; que fielmente prometo pagaros con ganancias, por el nombre que tengo." La codiciosa Hormiga respondió con denuedo, ocultando a la espalda las llaves del granero: "¡Yo prestar lo que gano con un trabajo inmenso! dime, pues, holgazana, ¿qué has hecho en el buen tiempo?" "Yo, dijo la Cigarra, a todo pasajero cantaba alegremente, sin cesar ni un momento." "¡Hola!, ¿conque cantabas cuando yo andaba al remo? Pues ahora que yo como, baila, pese a tu cuerpo." En esta obra trata de una cigarra perezosa que después de pasar el verano cantando y sin trabajar llega el invierno y se encuentra desprovista de alimento y refugio cuando en cambio sus vecinas las hormigas habían trabajado durante todo el verano. Las hormigas se compadecen de él y le dan comida para que pueda pasar el invierno y le avisa de que sea previsora. Se intenta que el lector vea a la cigarra como un personaje y que no se juzgue como un animal, ya que en la vida real una cigarra no podría pedir comida a la hormiga principarmente por sus distintos gustos alimentarios. La moraleja de esta obra es que “mas vale prevenir que curar”.